sábado, 3 de mayo de 2008

El CASI y el Labardén

Pasábamos los veranos en el CASI, un club que quedaba a unas 10 cuadras de casa. Ahí aprendimos a nadar. Las clases de natacion eran de 10 a 11 y si tenías más de 6 o 7 años, ya podías nadar en la pileta grande y tirarte del trampolín. Qué divertido! Saltar del trampolín grande era como tirarse al vacío. Cuando una llegaba a la punta de la tabla y miraba para abajo, parecía un abismo. De pié, me tiraba, pero no de cabeza. Me daba mucho miedo. El trampolín chico era mejor. A un metro del agua, una se animaba a tirarse de cabeza y salir rápido de la pileta para tirarse otra vez. Qué lástima que las piletas ya no tienen trampolines, era lo más divertido de todo.

Fuí al Labardén en primer grado y me encantaba. Más que un colegio, parecía una casa y tenía una puertita que conectaba con el CASI donde jugábamos en el recreo. La clase de primer grado estaba arriba y se llegaba por una escalera caracol externa, pintada de verde. Recuerdo los olores de ese primer grado, el patio y la maestra, que era muy buena. En el acto de fin de año, armamos una juguetería, cada uno se disfrazaba de un juguete y yo me disfracé de holandesita (el único disfráz que teníamos) y bailé con un chico de Mieres. Eran todos chicos de la zona. Una vez llovía mucho y mi mamá nos encontró a mitad camino con los paraguas y los impermeables, pero no los usamos porque ya estabamos tan, pero tan mojados y tan, pero tan divertidos, que volvimos a casa muertos de risa mientras que la única que se mojó fue mi mamá en bicicleta.

La dueña del Labardén era Cocó: una señora de las de ántes, siempre vestida de negro, de pelo blanco que se sentaba en un sillón de mimbre y nos miraba de léjos. Lola era su sobrina y ella sí tenía el don de mando. Cuando aparecía Lola, parábamos de hablar. Para mí, que era chiquita, Lola era enorme y me inspiraba miedo a pesar de que era cariñosa con los chicos. Recuerdo a Lola durante muchos años más, tomando un copetín en el CASI a la tardecita. Siguió soltera, estaba casada con el Labardén y era muy querida.

Todos los años, en febrero, había baile de carnaval en el CASI. Lo más divertido era el papel picado y las bombitas de agua. Mi barrio era peligroso en esas semanas del carnaval. Hacíamos guerras de agua con los chicos de la cuadra y, además de bombitas, usábamos el inflador de la bicicleta dentro de un balde. Mojábamos a todos los que se animaban a pasar y venían chicos de otras cuadras a mojarnos. En esos días, no era seguro caminar al CASI ni a la estación, que estaba a cuatro cuadras. La mejor manera era ir con traje de baño, así si te mojaban no te importaba y, ¡siempre te mojaban!

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